Verano, Coney Island, Brooklyn, la felicidad yace en lo habitual. Plácidamente sentada en su sillón y degustando unos bombones, Sara Goldfarb (Ellen Burstyn) disfruta de su programa favorito de televisión, uno de concursos, contemplando en su mente a su hijo Harry,
abrazándose. Recibe una llamada telefónica que cambiará su destino, en
la cual le comunican que ha sido ganadora de presentarse al programa,
justamente el de su predilección, aquel que ve sentada en ese sillón, cada día. La emoción la embarga y retira de su closet, de entre otras prendas pasadas de moda, un vestido rojo que utilizó en la fiesta de graduación de Harry,
con la intención de usarlo cuando se presente al estudio de dicho
programa en vivo, y empecinada con entrar en el vestido cosa que nos
posible debido a su obesidad, buscará bajar de peso a como de lugar.
Para ella bajar de peso es un sueño. El problema es que la dieta no le
dejará lo resultados deseados, volviéndose paulatinamente adicta, aunque
sin que ella lo note, a las anfetaminas.
También verano, del otro lado de Brooklyn, incómodamente desesperados y ansiosos por lograr una vida de sueños, Harry Goldfarb (Jared Letto), su novia Marion Silver (Jennifer Connelly) y su amigo Tyrone C. Love (Marlon Wayans) —adictos los tres a la heroína—
se convierten en traficantes de droga, con el afán de invertir el
dinero ganado en abrir una tienda de modas para Marión y disfrutar de
una mejor vida. Al principio la rentabilidad
del comercio de drogas les da buenos resultados pero la adicción de
ambos les hace olvidar el objetivo que se trazaron al inicio. Poco a
poco se van sumergiendo en una vorágine de consumo y desorientación
que los llevará a ir perdiendo sus ahorros hasta quedarse sin
proveedores, tocados hasta el límite de hacer lo que sea por conseguir
un gramo de droga. Al pie del otoño.
Darren Aronofsky
(director) no cuenta, expone dos historias en lugar de cuatro como se
preve, seccionándolo en estaciones: el paso del apacible verano, con sueños y despreocupaciones, el desesperante otoño y el implacable destino que los arrastra al infierno. Tal como su genial antesesora de corto presupuesto Pi (1998)
que expone de forma subjetiva la vida de Max Cohen, un prodigio matemático y su mórbida
obsesión por la numerología, que al igual que los personajes de Requiem
vive entre dos universos, tratando de explicar, aplicando los principios
de la teoría del caos al significado de un
patrón oculto detrás del misterioso infinito número pi, su relevancia en
el mercado de valores, así como el valor que representa para los
hebreos ortodoxos que pretenden leer el nombre de Dios a través de ese
padrón. Entre esos dos bandos, la imperiosa búsqueda de la verdad es lo
que importa para Max. En Requiem for a Dream
(2000) lo personajes buscan la evasión de sus problemas a través del
consumo, sin importar cual sea la verdad o consecuencia de un acto o
decisión.
La violencia implícita y la adicción a las
drogas son los componentes principales de la película, cimentados en
soberbias actuaciones, sobresaliendo sobremanera la descomunal e insuperable interpretación de Ellen Burstyn, dejando caer lágrimas de dolor y angustia en el papel de su vida y Jennifer Connelly, luciendo bajo su aterido rostro la soledad de una mujer necesitada de atención y amor.
Si bien en su momento plantear la temática de la
violencia con tanta crudeza puede ser repelente y causar rebatibles
censuras, como fue el caso de la ínclita A Clockwork Orange de Krubrick, que abordó el tabú de la violencia vista desde ojos despiadados, bethovenianos y condonables, donde los drugos reparten violencia sin sentido ni motivo, Darren Aronofsky expone en Requiem for a Dream
la violencia desde su lado más displicente, agónico y vomitivo, la
violencia consigo mismo progresiva y destructiva, en la cual no hay
lugar para la absolución, aunque en ambos casos, las historias
comparadas son igual de desesperanzadoras. La mutilación de la libertad de Alex de Large y del brazo gangrenado de Harry Goldfard en la reclusión, es alusiva a la pérdida del alma en dos cuerpos inertes.
Y el otro planteamiento que es igual de discutible y contrastable es el de la drogadicción. Al igual que Trainspotting, Kids o Rounders— que, aunque con un gancho más afable, también confrontan el mal social de la drogadicción— el adicto, en cualquiera de los casos, siente exitación
tras la ingestión, tornándose dependiente, llevándolo a consumir para
sentir alivio del mal que lo aqueja en principio, a buscar la saciedad y
luego para vivir una fantasía planteando sentir algo más, el placer
inmediato e imperecedero, lo que puede desencadenar un desequilibrio en
la dosis aplicable, un exceso que podría ser incontrolable y en el caso recalcado de Requiem for a Dream, irreversible.
Morir rodeado de mierda es la representación más sensata de la consecuencia que sumerge al adicto, al descontrol
sobre tus propias decisiones, sobre discernir no sobre lo que este bien
o mal, sino sobre lo que nos beneficie o no. Las píldoras azules apriori vitales que terminan haciendo fármaco-dependiente a Sarah y que la conducirían a la locura, el comercio, en un principio rentable de las drogas por parte de los 3 amigos, que ante su imprevista escasez terminarían
haciendo lo que fuese por obtenerla con tal de "llenar ese vació". Todo se les
escapa de control.
La técnica además de idónea para la temática es innovadora, totalmente vanguardista, vertiginosa, hipnótica. El atar la cámara al actor para hacer un seguimiento acelerado y a
quemarropa del mismo, detallando sus más deplorables y vomitables reacciones, mostrando lo rápido que
los medicamentos surten efecto y cómo decepcionantemente así de rápido se
desvanecen; la subdivisión de la imagen en dos laterales insinuando los paralelismos a los que se ven sometidos los adictos, la banda sonora totalmente instrumental correctamente sintetizada para
reflejar la agonía a través de la estridencia de Lux Aaeterna. Todos los recursos técnicos empleados
son precisos, incluyendo el muy correcto montaje y la insinuante fotografía.
Requiem es una exploración dantesca del alma de la que forman parte los cuatro personajes
inundando de aturdimiento su ya insano juicio,descendiendo a la más
oscuras de las sombras en caída libre, el anticlímax de la imperfección,
el sueño que acaba en pesadilla. La sumersión en la paranoia de la
necesidad y la búsqueda de la desconexión haciendo implacable el destino de
cada uno de ellos, sus almas en declive ya son irrecuperables y sus
mentes bífidas propiedad de la demencia.
Una pieza
única que solo puede ser expulsada de la mente siendo arrancada,
mutilada. Cerrando los ojos,en posición fetal, como sugiere su dramático final.Una vez sumido en él, el mundo real importa poco o nada.
4 críticas cinéfilas:
Buena película para los cinéfilos. Para nosotros los mortales aterradora y no muy conveniente los domingos o los miércoles por la tarde.
@Silvani Reyes-Vassallo
Totalmente, para verla solo, sin canchita y con una camisa de fuerza. Bestial y a la vez vital.
Gracias por comentar coleguita
Visualmente impactante, personajes esclavizados, decadentes, la vi hace mucho tiempo, pense que ya la habia olvidado, es cierto dificil de digerir para el auditorio comercial.
Para lograr ese efecto se necesita ser muy buen cineasta.
@LEON GARZAGrcias por la visita y la lectura Mr Garza, sin dudas, una pieza única, imprescindible,saludos
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