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lunes, 24 de octubre de 2011

Viejos clichés de los premios Oscar

La última entrega del Oscar (edición 83) celebrada el pasado año fue recordada no exactamente por ser la más pulcra de su historia sino más bien, por lo decepcionante que fue, de preludio a epílogo.
La crítica especializada y el público cinéfilo en general se encargaron de hacer papilla la participación de los presentadores: un laureado e enhiesto James Franco, parodiando de maestro de ceremonia que con suerte, no ha calado en su carrera actoral. Ni que decir de la menguada recreación de Anne Hathaway que parecía pernoctar en su propia irrisión. Innecesaria en ambos casos.
Una presentación que estuvo muy lejos de ser amena, al tratar de enfatizar disforzadamente en los desdeñados conceptos de maquillaje, sonido o iluminación, buscando reinvindicación como era su sana intención.

Lo mencionado, a priori. La entrega Oscar anual número 84, próxima a celebrarse en el teatro Kodak no escapa de sus últimas antecesoras, por no decir todas y tampoco de los conceptos señalados año tras año y que parecen importar poco a los organizadores.
Primero, la elección de las "favoritas" preseleccionadas, que sigue siendo materia de asombro y deja serias dudas respecto al mediocre jurado y su más ambiguo sistema de calificación proclive a la burla.
A través de su historia, presentación tras presentación el Oscar se ha encargado de perpetuar actuaciones que aún hoy siguen siendo motivo de discusión. Un Oscar para Sandra Bullock que ni ella misma cree, un Oscar que nunca ganó Leonardo Di Caprio por ejemplo, o el ninguneado papel de cualquiera de los actores que componían el ramillete de Pulp Fiction -acaso el film más representativo de las últiams dos décadas- ni Lobo, ni Jules Winfie, tampoco Vincent, de lejos la mejor performance de Travolta en su carrera.

Una explicación del porqué de la elección contralógica a las que anualmente se somenten las películas en el jurado calificador, sería el afán de la academia de expandir su radio de interés social a públicos en crecimiento, como el mercado Hindú por ejemplo gracias en gran medida, a éxitos blockbusteros. El 2008 la sobreestimada SlumdogMillionaire se hizo del Oscar a mejor película, que tranquilamente pudo ser para The curious case of Benjamin Button.
Lo mismo sucedió el año pasado con The Social Network, como para estar a la moda y a la par con el boom de la redes sociales, y aunque no ganó a mejor película tuvo más nominaciones de las que yo suponía más no sospechaba.


El tema bélico también es uno de los favoritos en la academia. El realce constante a los mal llamados hérores de guerra, o la exagerada enarbolación de la bandera de los Estados Unidos (Armagedom, como un botón como muestra) o la ya cansina enajenación por la temática nazi.
Es raro en cambio suponer, que algún exponente de géneros como el terror o la ciencia ficción ostenten los Oscar de mayor relevancia, salvo contadas excepciones como la del Señor de los Anillos o El Silencio de los Inocentes.

No sería de sorprender entonces que, en la próxima entrega que se preve se realize en Enero, War Horse del multilaureado Steven Spielberg, que habla sobre los lazos de amistad en la guerra y el intento del cine Europeo de glorificar el cine clásico con The Artist del Francés Jean Dujardin, se queden con la mayoría de estatuillas.
Me quedaría contengo con un merecido Oscar a DiCaprio por su constancia y ascendente madurez o al atravimiento de la incursión de Tomas Alfredson en la industria americana, por lo menos.Pero lo dudo, con los Oscar nunca se sabe, o se sabe pero no se entiende.


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