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martes, 9 de abril de 2013

Seven Psychopaths, a falta de uno, siete

La falta de inspiración en un escritor se hace exasperante. Una sensación símil a la de quitarle el hueso al perro hambriento. Desesperado y sin ideas Marty (Collin Farrel) , quien tiene inconcluso un guión titulado "Los 7 psicópatas" se ve implicado y a la vez interesado en el curioso "empleo" de su amigo, el actor fracasao Billy (Sam Rockwell) quien para ganarse la vida se dedica a robar perros para luego hacer entrega de ellos, como quien encuentra una billetera y la devuelve a su dueño y recibe recompensa. Su versátil papel toma principal carisma y se hace clave gracias también a la sobriedad de un peso pesado como Christopher Walken (Hans) su socio y aliado. El negocio marcha viento en popa pero esa serie de situaciones lineales pero fraudulentamente exitosas, darían un vuelco cuando este par de ladronzuelos toman al perro equivocado, un Shit-zu llamada Bonnie con alma de Beatrix Keedo propiedad de mafioso, ergo, psicópata Charlie (W.Harrelson), que no tendría reparo en causar destrozos por doquier con tal de recuperar a su mascota, y sin pensarlo Marty sacará provecho de ese barullo, tomando nota de cada ocurrencia para ir nutriendo su nimio guión, el cual apenas tiene escrito la primera página con letras que dicen "Seven Psychopaths". Aunque producto de esa intrepidez, todos terminaran intentando huir de la banda de matones del buen Charlie, el psicópata número tres. Ahora la meta de Marty es salir ileso de este problema y buscar la gloria con la que sería su obra cumbre.

 De inicio las influencias en el filme en escritores de culto como Tarantino, Ritchie y los hermanos Coen se anuncian de manera redundante: el breve pero brillante diálogo inicial entre los cameados Michael Stulhbarg y Michael Pitt (de la venerada Broadwalk Empire) quienes discuten sobre ejecuciones relacionadas con disparos en el ojo, como la del famoso caso de Moe Green en The Godfather I,  solo se ven interrumpidos por la abrupta incursión del presunto psicópata number one, disparándoles en la cabeza cuando el debate parecía llevar a buen fin; recuerda directamente también a escenas de Reservoir Dogs por citar un crédito inmediato. Esa primera matanza como preámbulo inquietante. Y así la sucesión de los psicópatas, una tras otra hasta llegar al séptimo ya es tarea para rebuscar y contar como sinopsis ampliada.


Marty, Hans, Charlie, Billy, todos personajes disparatados. Aunque ellos sean reales, o semireales ficcionados, sus vidas interpretativas no lo son y divagan sin pretender llegar a la verdad sobre fantasía y terminan cediendo a la viceversa permitiéndonos a nosotros entrar en la historia como cómplices silenciosos y difusos, ansiosos de respuestas.

Martin McDonagh ha sabido tomar nota de una receta altamente eficaz pero intrincada, al punto que solo unos pocos llegan a cristalizarla en obra digna de verse y quizás aclamarse. El aporte del director Irlandés es acertar en dar equilibrio a la demencia particular de sus personajes al punto de parecernos convencional, parte normal de una sociedad que si bien no lleva toda las situaciones a escopetazos hace parte de la resolución de la mismas con actos psicopateados; y el humor característico propio de la toma de decisiones mal pensadas, insólitas y absurdas, ingredientes que no hacen más que llevar a la tragedia una muerte ya anunciada.

Disparata en más es la trama,  pretendiendo ridiculizarse en si misma, sea en sus verosímiles situaciones o en su ritmo vorágine, que no hace más que envolver al espectador en esta especie de sátira de carácter gansteril y humor negro, herencia pulpfictiana, llena de recursos narrativos de lujo. Al final el guión en progresión de Marty resulta siendo el guión de la película.

Siete Psicópatas es una apuesta osada que pega en el blanco y que en un mediano plazo podría colarse como un filme de culto.

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