
Los productores, queriendo aprovechar el éxito de la arriesgada apuesta por el director, luego de las entregas del inefable Tim Burton, se lanzaron a ello. Lo lógico y comprensible era repetir la fórmula, contando con el mismo equipo creativo y técnico para asegurar la continuidad de la saga. Pero, lo que sucede es que para explotar algo ya muy exprimido, habría que haber aportado nuevos elementos y, con Batman y Robin, esa elección terminaría siendo su principal error.

El guión firmado por el sobrevalorado Akiva Goldsman nos deja líneas de diálogo tan rudimentarias y sosas, que parecen escritas por una mente infantil. Gran culpable de que la historia de Batman y Robin fallase estrepitosamente. Asimismo, para retomar el interés, se elige un nuevo actor para encarnar el papel protagonista, un actor apuesto y atractivo, proveniente del éxito televisivo, pero de gran similitud física con Bruce Wayne: George Clooney. Y para el papel de Robin se firma al sosísimo Chris O’Donnell. Vaya desaciertos.

Quizás, por todo ello, hay que agradecerle a Christopher Nolan, que casi una decada más tarde resurgiera a Batman, de la forma que lo hizo, dejándolo en el sitial que siempre debió ocupar. Demostrando que el hombre murciélago es uno de los mejores superhéroes que el cine nos ha dado (y sigue haciéndolo).
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